Mientras paseo por un barrio pijo de Madrid, me sobreviene una reflexión muy elemental a raíz de los carteles electorales con la palabra LIBERTAD. Mucha gente de bien sabe que tras la palabra ‘libertad’ está agazapado el concepto de ‘privilegio’. Quienes han ideado la campaña también lo saben y aprovecharon un terrible año de pandemia, con un estado de alarma cargado de restricciones de movilidad, para colocarnos el concepto de ‘libertad’ sin ningún tipo de complejo. Obviando el cinismo que supone que la palabra ‘libertad’ la esté usando un partido que coquetea con el fascismo de forma ya bastante descarada, resulta siniestro imaginar cómo se puede tergiversar el lenguaje hasta el punto de confundir falta de libertad con medidas preventivas que han posibilitado que muchas personas salven su vida. Pero así son las cosas cuando vives entre ricos/pijos.
También es cierto que hay muchas ciudadanas y ciudadanos que no atisban el concepto de ‘privilegio’ tras la palabra ‘libertad’ y que se lanzan a defender la infame campaña con uñas y dientes. Personas que no tienen privilegios, pero que quizás aspiran a tenerlos y empiezan por defender las prebendas de sus amos. Supongo que debe ser muy duro aceptar que no formas parte de la comunidad endogámica de los privilegiados a los que rindes pleitesía, así que cualquier cosa antes que reconocer que con tus 1.000€, 1.5000€ o 2.000€ al mes eres clase trabajadora. Supongo.
La deliberada manipulación del concepto de ‘libertad’ no está muy estudiada, en realidad no son tan listos. No ha sido menester. Ni siquiera ha sido necesario tener un plan de gestión más allá de abrir los bares o hacer construir una nave industrial y decir que es un hospital, pero ya hay mucha literatura sobre esto, y muy buena, así que no voy a extenderme en este punto. La pregunta que me hago cuando paseo por uno de estos barrios en cuyas fachadas ya no caben más banderas con crespones negros es ¿por qué me caen mal los ricos/pijos? ¿Qué tengo en contra de ellos? ¿Son prejuicios? ¿Es porque no tienen problemas de dinero y pueden decidir de un día para otro cuándo van al dentista o si se mudan a otra casa mejor?¿Qué es lo que critico cuando critico a los ricos/pijos?
Pues bien, la respuesta es que no critico sino que denuncio y lo que denuncio es su actitud. Una actitud que no se queda en una conducta estéril sino que da lugar a una forma de vida que, a su vez, constituye una estructura social quebrada desde el origen y que, a día de hoy, roza lo estamental. No hay, por mi parte, una envidia velada sobre el caudal que acumulan los ricos/pijos, sino una denuncia sobre la actitud que se permiten y la forma de conseguir y conservar su oro, que, huelga decir, no es inocente.
La actitud de alguien que ha nacido entre algodones también se hereda, como la fortuna, los cargos y el apellido rimbombante: la prepotencia, la insolencia, la falta de respeto y de empatía ante los que no son de tu ‘clase’ y que roza el trastorno psicopático. Se hereda, se aprende y se enseña. Y de esta manera, la rueda sigue girando siempre a favor de los mismos. Y lo peor de todo es que es una actitud que no solo se prolonga en el tiempo, sino que se propaga en el espacio, llegando a contagiar a personas que, por su naturaleza, deberían estar inmunizadas. Es decir, personas que soportan la desfachatez de los ricos (explotación laboral incluida) pero que, lejos de luchar contra ella o denunciarla, la aplauden y se la apropian para usarla con otras personas que ellos consideran inferiores en la jerarquía social. Aquí entrarían todos esos serviles asalariados que pagan su cuota mensual de sanidad privada, contratan a una mujer que va a limpiar su casa dos veces por semana y llevan a sus hijos al colegio concertado.
Si una se pasea por uno de estos barrios y se toma un café en alguna de sus terrazas, puede llegar a escuchar conversaciones que dan vergüenza ajena a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad. También es cierto que no es algo nuevo, el virus del esclavo que defiende al amo mientras le apalea con una vara de olivo viene de lejos. Cómo no ver ciertas conductas de ahora y acordarse de ‘Los santos inocentes’ de Miguel Delibes ¿eh? Me pregunto qué palabra hubieran elegido los señores del cortijo si les hubiera hecho falta hacer campaña política para gobernar. ¿Libertad? Es posible.