En 2014 quise abrir un negocio. Aún guardo parte del papeleo que floreció en mi escritorio para tal fin: Modelo Plan de Empresa, Modelo Financiero, el Lienzo Canvas, la documentación de la Cámara de Comercio y del Taller para Mujeres Emprendedoras, el Plan de Viabilidad, papeles y papeles con ideas, títulos de libros sobre emprendimiento, planos de cómo estaría distribuido el local, las diferentes ayudas que ofrecía mi CC.AA., direcciones de locales e inmobiliarias…
Aunque guardo algunos de aquellos papeles, como digo, la mayoría terminaron en el contenedor azul tras unos años dormitando en el fondo del cajón del ‘por si acaso’. No es el primero de mis sueños que perseguí, hubo otros muchos antes y ha habido otros tantos después (perseguir sueños nunca ha sido lo mío), pero sí fue uno de los más sólidos. Por eso, la primera frase de este post no es ‘soñé con abrir un negocio’ sino ‘quise abrir un negocio’, porque realmente era algo que había dejado de soñar para empezar a querer. Cierto es que de adolescente lo soñé, pero también soñaba con tener una granja (en África) y nunca me dio por ganar dinero a espuertas para comprarla. Lo de la granja era pura ensoñación sin barro en las manos, sin horizonte real. Lo del negocio, sin embargo, pasó de ser sueño a algo tangible, al menos durante un tiempo. Como mis estudios de veterinaria, que se convirtieron en algo real, aunque el sueño de trabajar con animales no llegara a materializarse.
Esto me ha hecho pensar en la idea esa tan manida (trasnochada un poco ya) de perseguir los sueños. Los puros, se entiende. Y, me pregunto ¿hay que perseguirlos tal cual o hay que modificarlos para adaptarlos a lo posible? Según mi psicóloga, lo segundo es lo más saludable. Y, además, no solo vale para los sueños, vale un poco para todo. Lo de adaptarse, digo. Pero me pregunto también si adaptarse en demasía (y todo el rato) no conducirá, inevitablemente, a conformarse hasta niveles insoportables, de tal forma que al final sea igual de insano estar adaptándose todo el rato que obsesionarse con un sueño. Esta es una reflexión que tengo que dejar aquí, porque me angustia un poco.
Considero que adaptarse está bien, pero, a veces, el sueño lo modificamos tanto para darle salida que se desvanece. No hay nada del sueño primigenio de tener una granja en África en adoptar una gata, por ejemplo. ¿O sí? Una gata es un felino y si te acercas a ella cuando duerme, metes tu nariz en su panza peluda y cierras los ojos, puedes imaginar que estás tumbada junto a una leona en el porche de tu casita africana. También puedes imaginar que trabajas con animales si tu leona se pone mala del hígado y tienes que lidiar con un tratamiento de pastillas y jarabes durante meses. No te pagan, pero tampoco tienes que aguantar a dueños maleducados que no siguen las indicaciones del veterinario.
También es cierto que la mayor parte de las veces vivimos y ya está, es decir, no somos conscientes de que modificamos los sueños o de que estamos creando un sueño paralelo. Y eso es porque no somos los únicos que les metemos mano. Ahí está la realidad circundante, los ayuntamientos, la inevitable levedad de los seres y la burocracia con la que nos topamos desde que tenemos uso de razón. Todos contribuyen a la modificación de los sueños y también a su desaparición, llegado el caso. De la misma forma que una no consigue las cosas sola, tampoco las deja de conseguir sin ayuda de los demás. Y eso es algo que nunca he visto escrito en ninguna taza de diseño en tonos verdemar.
¿Con el paso del tiempo, la madurez y todo esa mierda, una deja de tener sueños puros? Quiero decir ¿los sueños que tenemos nacen ya modificados, adaptados a lo posible sin necesidad de que venga un camión y los aplaste? ¿Los rumiamos inconscientemente y ya se manifiestan a nuestra conciencia como una pequeña meta en lugar de como el sueño de nuestra vida? Voy a ver si me sale esta receta o voy a ver si logro estar un par de días sin redes sociales o voy a ver si me levanto para correr mañana o voy a ver si le doy más cariño a mi familia. ¿Son esos sueños adaptados a lo posible que hace veinte años se hubieran manifestado en su forma voluptuosa original?
Pues yo creo que sí. Aunque, supongo que, además de la edad y la madurez, influyen otros factores como la personalidad y/o (sobre todo) las circunstancias. Entiendo que todas las personas no han tenido que abandonar grandes sueños por verlos imposibles, porque los han visto cara a cara, y que seguirán pariendo sueños grandes y no las minucias que traigo yo al mundo, por ejemplo. Pero, sinceramente, creo que es una minoría. El 1%. Uy, que me ha venido un recuerdo bonito del 15M. Eso sí que fue un sueño gordo que tuvimos que modificar, eh.
Conste, en cualquier caso, que no hay que perder la esperanza, aunque no paremos de ver gente feliz que cumple sus sueños (o eso dice). O quizás por eso, precisamente. Todos mentimos alguna vez para sobrevivir, por qué no, así que no nos tomemos demasiado en serio. Lo digo, sobre todo, por los gurús de la felicidad. No hace falta estar amargada para odiarlos un poco, pero no solo a ellos, y no pasa nada por odiar o por dejar sueños atrás o por decir que parir es gore y tus hijos unos plastas.
Y además, una granja en África da mucho trabajo.