A ver si deja de valer

Echo en falta los desnudos integrales masculinos en el cine, en la pintura, en la literatura, en el teatro, en la publicidad… No tanto para satisfacer mi libido, sino como prueba de que realmente hemos avanzado en esto de la igualdad de género. Sí, claro, existen los desnudos integrales masculinos, pero se dan, sobre todo, en el ámbito homosexual. En el mundo de los heteros (que es un poco en el que me muevo yo), la cosa de los desnudos no está compensada.

Desde muy pequeña, he tenido que escuchar, incluso en boca de mujeres, que el cuerpo de la mujer es, sin discusión, más bello que el del hombre. Que es más sensual, más armónico, más estético. Siempre me opuse a tal afirmación, normalmente de manera silenciosa, como a veces se hacen las revoluciones, pero otras lograba vocalizar que eso no era así y que a mi me gustaban muchos cuerpos masculinos. Supongo que entonces lo decía porque me sentía atraída por los hombres y, por pura lógica, sus cuerpos me parecían más bellos. No todos, obviamente, pero sí en líneas generales. Pero también creo que me empeñaba en esa afirmación, porque sabía que si cedía al pensamiento esencialista de que el cuerpo de la mujer es más bello, estaba cediendo terreno al maniqueísmo, al pensamiento único y, sobre todo, al machismo. No era entonces una resistencia consciente, sino intuitiva, pues yo era muy joven para saber qué era el esencialismo o el machismo, pero era una resistencia férrea. Como muchas otras que me hacían distanciarme de mis «semejantes».

Igual no es tan importante para la historia de la humanidad determinar qué cuerpo es más bello, en esencia, pero igual sí ha sido un error considerar que el de la mujer es más bello. Porque, a partir de aquí, todo vale. Valen los desnudos integrales de mujeres en el cine, metidos con calzador en el guión. Valen los anuncios en los que el cuerpo de la mujer se usa como reclamo y mercancía. Vale que cualquier desconocido pueda decir a cualquier mujer por la calle lo bonita que le parece o el maravilloso culo que tiene. Vale que modelen el cuerpo de las mujeres con photoshop. Vale que vendan todo tipo de productos cosméticos milagrosos para evitar todo signo humano y/o de envejecimiento en las mujeres. Vale considerar una condición sine qua non la belleza en la mujer para cualquier actividad e, incluso, para la vida. Vale la invisibilización de las mujeres que no cumplen un canon de belleza (a veces, incluso, vale la invisibilización de las que sí lo cumplen, pero no cumplen otros requisitos). Y así un largo ectétera que llega hasta cuestiones mucho más sangrantes.

Yo iba a empezar este post así: «A Patricia Highsmith se la conoce como una mujer fea, a pesar de que fue muy bella en su juventud. Y yo, casi me alegro de que se volviera alcohólica y su físico (junto a su carácter) se agriara, porque, al menos, se libró de lidiar con babosos». Sin embargo,  me resistí a alimentar al monstruo y a contribuir a una idea que detesto y decidí evitar ese párrafo (ahora lo menciono solo como ejemplo). Porque da igual los siglos que pasen, a una mujer, haga lo que haga (ya puede subir a la luna o ser pionera en el campo de la radiactividad) siempre se la va a relacionar con su físico de una forma esencialista. Es decir, en esencia, chica, eres un cuerpo, una forma de caminar, de vestir, de peinarte, de provocar o no provocar con tus movimientos. Un hombre puede decidir si quiere explotar su imagen o sexualizarla. Una mujer no. La van a explotar y sexualizar siempre. Un hombre puede decidir depilarse, una mujer no, pues, aunque ya hay valientes que deciden no depilarse, la presión social sobre nuestros cuerpos goza de buena salud.

Otro ejemplo. Al buscar imágenes para este post en Pixabay e indicar «belleza masculina» me han aparecido imágenes de caballos, hombres maduros vestidos, parejas de ancianos, hombres esquiando… al indicar «belleza femenina» la mayoría de imágenes son de mujeres muy jóvenes, a veces niñas, sexualizadas.  Y todo esto sucede porque el cuerpo del hombre, en esencia, no es bello y su misión en la vida no es adornar, pero el de la mujer sí. Así nos lo han vendido y lo seguimos comprando como un dogma de fe. Un dogma que se nutre con las nuevas generaciones, que permanece y que tiene adeptos en todo este ancho mundo.

Solo espero que también tenga cada vez más detractores.

 

 

Cena de amigas

Se llamaba Ana y su estatura era inversamente proporcional a su agudeza y entusiasmo. No necesitaba ser alta para destacar, porque era lista. Como Noelia, que con un par de frases es capaz de hacer germinar el gusanito de la curiosidad en cualquier mente inquieta.

Eva nació en Fez hace 58 años y acaba de publicar «Happycracia», un ensayo en el que nos alerta, una vez más, de la preocupante reactivación de la individualidad. Ana hizo que una obtusa mente de letras se interesara por el universo cuántico. Consiguió que esa mente amara los teoremas y se planteara cuestiones hasta entonces inadmisibles y, para colmo, complejísimas. Es por culpa de Ana que ahora esa mente considera la ciencia como la más mágica de las disciplinas.

Noelia es absolutamente consciente de la mierda de mundo que tenemos, son palabras suyas y la razón está de su lado. Al igual que Eva, conserva una mirada marxista y es elegantemente dura con todos los vicios que nos ha impuesto el capitalismo. Marina es partidaria de cambiar el lenguaje instituido para multiplicar las voces y los mundos. Habla del sexismo del lenguaje, se refiere a él con fiereza, apuntando con el dedo la violencia que emana de su relación con el poder.

Las cuatro son mujeres que trabajan activamente por hacer de este mundo sin futuro un lugar mejor, no solo en el futuro, sino también en el presente. De alguna manera, las cuatro son idearias y herederas del 15M, aquél movimiento que surgió en mayo del 2011 y que sigue agrietando los cimientos más casposos de este país.

En Happycracia, Eva aporta su visión sociológica sobre el mercadeo al que el capitalismo somete a las emociones y denuncia el YO, MI, ME, CONMIGO en bucle en el que estamos instaurados.

Hay una quinta mujer, Roxane Gay, que dice que es mejor ser una mala feminista que no serlo en absoluto.

Eva, Noelia, Marina y aquella profesora de Filosofía de la Ciencia. Ah, y Roxane. Hoy cenamos juntas, las seis.

«En la actualidad existe un rango muy amplio de elección. Hay una hipersexualización de las relaciones, una asimetría entre hombres y mujeres porque los hombres dominan el mercado de la elección de pareja. El varón dispone de una muestra de la cual sacar una pareja mucho más amplia que las mujeres y es por eso que tienen dominio sobre la elección». Eva Illouz. Socióloga.

«El liberalismo no nos hizo más libres ni contribuyó a la emancipación de las mujeres. A lo sumo propició una toma de conciencia de que éstas eran seres sexuados y que tal cosa tenía unas consecuencias sociales y políticas y no otras. Las que tenía eran en todo caso funcionales y parte del orden liberal». Noelia Adánez. Doctora en Ciencias Políticas y Sociología.

«Hace 25 siglos, en Grecia, una serie de voces se alzaron contra esta forma de dogmatismo. Los filósofos, que no se fían ni de sus propias opiniones, plantearon una distinción importante: que todo el mundo desee saber y pueda hacerlo no significa que todas las opiniones valgan. Poder pensar y poder decir significa, precisamente, poder someter nuestras opiniones al examen de una razón común, es decir, de una común capacidad de razonar acerca de ellas». Marina Garcés. Filósofa.

Feminismo radical

El 8 de marzo de 1857, un grupo de trabajadoras textiles decidió salir a las calles de Nueva York para protestar por las míseras condiciones laborales.

100 años después, en noviembre 1957, se lanzó al espacio el primer ser vivo. Era hembra y se llamaba Laika. En 1962, Valentina Tereshkova fue elegida entre 400 candidatas para cruzar el espacio en una de las naves Vostok y el 16 de junio de 1963 despegó de la base Vaikonur. Se convirtió, así, en la primera mujer en viajar al espacio, después de que lo hicieran varios hombres tanto en Rusia como en Estados Unidos. Valentina dio 48 vueltas a la tierra y estuvo en el espacio dos días. Su viaje se usó con fines propagandísticos comunistas, pero Valentina no aceptó que aquello solo hubiera sido un viaje propaganda, ya que se preparó para ello de forma exhaustiva y fue una misión que le pudo costar la vida.

166 años antes, el 30 de agosto de 1797, nacía Mary Wollstonecraft Godwin, más conocida por Mary Shelly. Era hija de una de las primeras feministas, la filósofa y escritora Mary Wollstonecraft, autora de “Vindicación de los derechos de la mujer” y de uno de los primeros anarquistas, el filósofo William Godwin.

Por la casa de Godwin pasaban poetas, filósofos e inventores, por lo que Mary conoció de primera mano a la intelectualidad de la época. Escuchaba con asiduidad a poetas e inventores y su padre la llevaba a conferencias sobre electricidad. Todo ello dejó huella en su obra más famosa “Frankenstein o el moderno Prometeo”, que eclipsó a la propia autora y al resto de sus obras durante años. Según algunos historiadores, Mary usó la ficción gótica para explorar el deseo sexual femenino reprimido y escondió, tras las imágenes ficticias de Frankenstein, su miedo y su vergüenza a considerarse una escritora de verdad.

En septiembre de 1179, 618 años antes, nacía Hildegarda de Bingen, la primera abadesa que habló de liberación sexual femenina. El feminismo más prematuro se debe a sus ideas revolucionarias sobre medicina,  música, política o sexo. En su época, solo había tres destinos para una mujer: esposa, religiosa o sirvienta, por lo que tuvo suerte de que sus progenitores tuvieran para ella un destino monacal. Solo así pudo instruirse y gozar de cierta libertad. No aparece en muchos libros de texto, pero se convirtió en una de las figuras más influyentes de la Edad Media, a pesar de disimular su talento y su sabiduría para «aplacar las posibles iras masculinas».

Tres mujeres, tres épocas y tres legados más que hay que visibilizar, recordar y poner sobre la mesa de debate en la semana del día Internacional de la Mujer.

Vindicación de los derechos de la mujer

«Quiero al hombre como compañero; pero su cetro, real o usurpado, no se extiende hasta mí, a no ser que la razón de un individuo reclame mi homenaje; e incluso entonces la sumisión es a la razón y no al hombre. De hecho, la conducta de un ser responsable debe regularse por las operaciones de su propia razón,
si no ¿sobre qué cimientos descansa el trono de Dios?».

Mary Wollstonecraft